Hubo un momento en el que un par de kilómetros lo cambiaban todo: mientras las heladeras funcionaban a kerosene en Loma Verde, en Belén de Escobar la gente miraba la televisión. Hasta la segunda mitad del siglo XX, la actual localidad no contaba con el insumo esencial para la vida moderna: la energía eléctrica. Y aunque algunos podían tomarlo como una aventura, no solo se tornaba engorroso realizar las tareas cotidianas, si no que esta carencia impedía cualquier tipo de progreso.
Cuando Loma Verde estaba a oscuras, la casa se iluminaba con velas o soles de noche; para calentar los hornos de barro se utilizaban cardos secos; y para acceder al agua o regar se usaban ruidosos motores nafteros. Además, la gente se dormía temprano: “Una vez caída la noche esto era un páramo, donde caminar era andar a tientas, no había ni siquiera una luz de referencia”, cuenta Rodolfo Mc Ewan, que conoció Loma Verde en 1947.
Ricardo Reta, que vivió su infancia en las mismas condiciones, recuerda: “Éramos como las gallinas, cuando bajaba el sol había que ir a dormir”.
La creación de la Cooperativa, que se formalizó el 2 de noviembre de 1969, tuvo como objetico principal el suministro de energía eléctrica, ante el manifiesto desinterés de la empresa estatal SEGBA en extender su servicio a este paraje. Desde ese entonces hasta la concreción del logro, pasaron cuatro años.
La tarea llevó tiempo: clavar los postes, levantar los primeros pilares y realizar los tendidos de cables no fue para nada sencillo. Además de que había que empezar de cero, los caminos estaban anegados y, cuando llovía, el trabajo se detenía por días; a veces semanas.
Formalmente, la primera vez que se prendió la luz en Loma Verde fue el 10 de diciembre de 1973, en una fiesta de fin de año que se realizó en la Escuela Primaria Nº3. Desde que comenzaron a levantarse las primeras casas, este fue de los sucesos con más relevancia para la comunidad. Algunas personas, sobre todo los chicos, habían nacido sin conocer la energía eléctrica.
Fue una tarde-noche memorable, nadie quiso perderse el espectáculo. Cuando se encendió esa primera lamparita, el aplauso fue instantáneo, fuerte y sostenido. Se percibía la alegría inmensa y el anhelo de un cambio de vida rotundo.
A partir de ese momento comenzaron también nuevos desafíos, porque, por ejemplo, antes de que llegara la luz las casas habían sido construidas sin instalaciones eléctricas, además de que las personas tuvieron que cambiar viejos hábitos.
Sin embargo, más allá del camino de esfuerzo y crecimiento que se sostiene hasta el presente, rememorar cada diciembre aquel acontecimiento sigue encendiendo la memoria de quienes fueron testigos e iluminando la historia para quienes no lo sabían.