La biblioteca 20 de Junio despidió en agosto a las jóvenes alemanas Anissa y Fiona, quienes cumplieron su año de estadía en Loma Verde. Tras ellas llegó otra voluntaria germana,que también está colaborando con la institución y conociendo nuestra cultura.
El año que Anissa Naji y Fiona Koppmann vinieron a pasar trabajando como voluntarias en la Biblioteca 20 de Junio llegó a su fin y a mediados de agosto regresaron a su país. Entre momentos de risas y lágrimas, y en medio de la despedida que les organizaron sus alumnos, las jóvenes alemanas -ambas de 19 años- hicieron un breve balance de su estadía, en el que coincidieron que lo que más van a extrañar son los amigos que hicieron en Loma Verde.
“Acá la gente es muy abierta, es muy fácil charlar con personas de todas las edades. En Alemania a los jóvenes nos dejan de lado, nos dicen que no quieren hablar con nosotros porque no tenemos experiencia”, dice Anissa.
“Quizás sea porque las familias no viven juntas como acá, que la abuela, la bisabuela, los padres y los nietos residen en la misma casa. Allá nos vamos a los 18 y la relación no es tan cercana. Además, en Alemania la gente tiene mucha vergüenza de preguntar, de averiguar y de saber, y acá no es así, todos preguntan y te hablan”, agrega Fiona.
En cuanto a qué se llevan como experiencia, Anissa piensa y confiesa que tiene en claro algunas cosas, pero que otras las tendrá que analizar con la distancia y el tiempo: “Todavía no puedo decir lo que me llevo porque son muchas cosas y no me doy cuenta. Lo que sí sé es que voy a llevarme la paciencia, sobre todo con los colectivos, que tardan mucho en llegar. Aprendí que es normal, que hay que saber esperar y no ponerse nerviosa, porque a pesar de no ser como en Alemania, que llegan muy puntuales, el tema es que siempre llegan, y eso es lo importante. También aprendí que hay gente que te ayuda. Muchas veces viajé con un mapa pero no me sirvió de mucho, es mejor preguntar y que te expliquen”.
Fiona coincide en el asunto de la paciencia y a eso le agrega la “improvisación”, que define como “algo necesario para encontrarle la solución a todo”. Además, rescata dos elementos argentinos autóctonos que jamás pasarían inadvertidos para ningún extranjero: el mate y el dulce de leche.
Sin embargo, a pesar de que se fueron encantadas con Argentina y les gustaría volver de visita, aseguran que no se quedarían a vivir. “Solo me instalaría aquí con mucha plata, porque lo que me molesta de este país es la economía. Con la inflación yo no sabría cómo vivir. En Alemania todo es muy planeado, tenés la seguridad de tu dinero, si sacás un crédito podés estar segura de que lo vas a poder pagar. Acá no se puede y eso no me gusta”, comenta Anissa, la más charlatana de las dos.
Antes de la despedida, la conversación con las jóvenes germanas tocó un tema ineludible: la final del Mundial de Fútbol. Fiona afirma que hincharon por Argentina y cuenta: “La vimos en una plaza pública en Palermo, con muchos argentinos. Fuimos con las remeras celestes y blancas y no pudimos demostrar ni un poco de alegría porque no daba. En realidad queríamos vivir la onda si ganaba Argentina, porque acá el fútbol es como una religión, es mucho más que un partido de fútbol. Pero en Alemania no son muy futboleros, a la gente no le importa mucho. Lo que estuvo bueno es que igual festejaron el segundo puesto”.