Todavía hay vecinos de Loma Verde que recuerdan las épocas en que las noches se iluminaban con faroles a kerosene, velas y soles de noche. Que bastante seguido había que hacerse una corrida apurada al frigorífico “El Polo Sur”, en 25 de Mayo y Sarmiento, para buscar las barras de hielo que enfriaban las heladeras.
También se acuerdan de que el agua para toda la casa y el riego la proveían unos obsoletos motores nafteros, generalmente, de seis caballos, y que la leña había que cortarla a hachazos. Las luces y el progreso se divisaban a pocos kilómetros: en Belén de Escobar la gente vivía con televisores, heladeras eléctricas, para bombear el agua sólo había que apretar un botón y para prender la luz, ni hablar, presionar una tecla.
Mediaba la década del sesenta cuando Don Roberto Enrique Bonfanti, un poblador que amaba Loma Verde y padecía diariamente las desventajas de no tener energía eléctrica, viajó a Carlos Casares, donde tenía que instalar un secadero de alfalfa en pleno campo. Cuando llegó al establecimiento se asombró enormemente al ver que a más de veinticinco kilómetros del casco céntrico había luz eléctrica.
De regreso le comentó a su hermano Sebastián, a quien todos conocían por el apodo de “Tato” y era el dueño de la quinta “La Marianita”, frente a la Cambicha, que gracias a que habían conformado una cooperativa en ese pueblo tan alejado tenían luz.
“Tato”, quien a la postre sería el primer presidente de la Cooperativa, viajó a La Plata innumerables veces, e hizo todos los trámites habidos y por haber en la Municipalidad de Escobar.
Los vecinos comenzaron a interesarse, a reunirse y a colaborar. Si bien el proyecto y las reuniones previas demandaron años, un día se empezaron a clavar los primeros postes, se levantaron los primeros pilares y donde ni las empresas privadas ni el Estado querían invertir, la fuerza de todos logró que un 10 de diciembre de 1973, en un acto de fin de año en la Escuela Nº3, se hiciera la luz por primera vez en Loma Verde.
Versiones de una misma historia
Cada uno de los interesados en ver a Loma Verde iluminada cumplió un rol específico. Vicente Ferraro -primer socio de la Cooperativa- y un grupo de amigos fueron los encargados de juntar fondos con mucho esfuerzo y de ir casa por casa informando del proyecto a los vecinos y pidiéndoles su colaboración para concretar el primer paso, que era crear el tendido eléctrico que sacaría al barrio de la oscuridad.
Otro de los socios fundadores de la Cooperativa, Eduardo Steimbrecher, recuerda los fatigosos trámites que debieron realizar ante la Comisión Nacional de Energía. “Ahí pedimos créditos y nos financiaron el 80% de las obras. Tuvimos que planificar bien todo: calcular la cantidad de vecinos y la cantidad de energía que íbamos a necesitar, cómo la íbamos a transportar, cuánto cable necesitábamos, etcétera. El proyecto estaba muy bien armado. Lo hizo el ingeniero Juan Salvador Mazza, que sabía del tema. Los de la Comisión lo creyeron y nos prestaron la plata para construir la infraestructura necesaria para empezar. El crédito era a pagar en 15 años, pero ya a los 9 habíamos devuelto todo”.
Steimbrecher, además, contó que al principio la sede y centro de reuniones era un almacén llamado “La Clarita”, y que José Simons, otro de los socios fundadores, les prestó una oficina en Capital porque muchos de ellos vivían en Buenos Aires durante la semana.
Pero cada uno tiene su propia memoria y escuchó sus propias historias. Ricardo Reta, por ejemplo, recuerda que su padre le contaba que “hacían reuniones en las distintas casas de los integrantes de la comisión, pero las que se hacían en el haras de Pelayo eran muy particulares, porque se juntaban en un sótano donde funcionaba la bodega, debajo de las caballerizas. Estaban calentitos en el invierno, había un hogar, pero lo gracioso era que se sentían los pasos de los caballos sobre sus cabezas, en el techo”.
Se hizo la luz
El tema era que SEBGA, la empresa que en aquel momento manejaba el sistema eléctrico de la provincia, se negaba a invertir en Loma Verde simplemente porque el tendido de cables que tenía que realizar era muy extenso, pasando por muchos lugares donde no había población, para la cantidad de clientes que finalmente iba a obtener. Fue por eso que la decisión debió salir de los habitantes.
En esa fiesta de fin de año en la escuela se prendió la lamparita por primera vez, con una gran cantidad de vecinos como testigos. Algunos todavía sienten aquella emoción, la inmensa felicidad y el aplauso interminable. A partir de ese día, la vida cambió por completo en el barrio, porque la Cooperativa Eléctrica no solo trajo la luz sino que dio trabajo a muchísimas personas, soñó e hizo realidad la sala de salud, la biblioteca 20 de Junio y el jardín de infantes. Es un punto de referencia para toda la comunidad y hoy se encarga de otro tipo de progreso, como haber acercado el gas natural a más de un centenar de viviendas y ofrecer un cada vez más eficiente servicio de Internet.
Todos adelantos que tienen que ver con mejorar la calidad de vida de los vecinos, con esfuerzo sí, pero que no es sólo de la Cooperativa sino de todos.