Ciudadano del mundo

Ago 1, 2013

Un germano de padres turcos trabaja de voluntario en la biblioteca 20 de Junio desde hace cinco meses. Da clases de alemán, inglés y apoyo escolar. Tiene 23 años y llegó a Loma Verde mediante un convenio con una ONG de Garín. Levent Kedi (23) llegó a Argentina en noviembre de 2012 desde Hamm, su […]

Un germano de padres turcos trabaja de voluntario en la biblioteca 20 de Junio desde hace cinco meses. Da clases de alemán, inglés y apoyo escolar. Tiene 23 años y llegó a Loma Verde mediante un convenio con una ONG de Garín.

Levent Kedi (23) llegó a Argentina en noviembre de 2012 desde Hamm, su ciudad natal en Alemania, a través de un convenio con la ONG Luz, Esperanza y Pureza. Vino para hacer trabajo solidario, practicar el español y dar clases de alemán, inglés y apoyo escolar. Los primeros cinco meses de su estadía los pasó en Garín, ocupándose de recoger pan de donaciones para repartir en los barrios más necesitados y ayudando a los chicos con sus tareas.

Además del asado y el mate, conoció a gente mediante la cual llegó a Loma Verde para dar clases como voluntario en la biblioteca 20 de Junio. Se aloja en El Viejo Abedul, la casa donde actualmente funciona un jardín de infantes Waldorf, donde también trabaja.

“Me encantó la pedagogía Waldorf y cómo se desarrollan los chicos. Puedo ver cómo se lleva adelante una idea y cómo la concretan. Les enseñan a colaborar para poner y levantar una mesa, y es para lo que yo vine, para establecer un sentimiento de colaboración y ayudar, y siento que llegué a la meta”, sostiene el joven europeo.

Levent estaba a la mitad de su profesorado de castellano y alemán cuando decidió que era hora de viajar y poner en práctica los conocimientos del idioma adquiridos hasta el momento.

Pensó en África, porque se necesita de muchas personas que vayan a trabajar como voluntarios, pero claro, no hablan español, y para que en la facultad le tuvieran en cuenta su experiencia tenía que residir en una nación de lengua castellana. Así surgió Argentina, un país del que sólo tenía a Maradona de referencia.

“Creía que había mucha playa. Me imaginaba a Buenos Aires con mar, ¡cuando llegué vi que sólo había río! Recién en Mar del Plata me encontré a la Buenos Aires con la que yo fantaseaba. Pensé que iba a hacer mucho calor durante todo el año y no traje ni ropa de abrigo”, se ríe hablando en perfecto argentino, marcando exageradamente las erres, la doble ele como shhh y las eses como eses y no como zetas, como hacen los españoles.

Loma Verde y los recuerdos

A simple vista, Levent no parece alemán: tiene el pelo negro, peinado con un gran jopo y los ojos marrones. Es nieto e hijo de turcos afincados en Alemania desde hace más de cuarenta años, una familia multicultural en donde la mitad se adaptó pero las generaciones más viejas no.

“Mis abuelos no hablan alemán porque siempre pensaron que era algo pasajero y que en algún momento se volverían a Turquía. Pero nacieron sus cuatro hijos, que no se quisieron ir, y aún hoy permanecen allí. Desde chicos vamos todos una vez por año a Turquía, primos, hijos, tíos, abuelos”, cuenta Levent. Y agrega: “En mi casa hablo turco con mi mamá y alemán con mi papá, por eso no me siento ni alemán ni turco, me siento ciudadano del mundo. Esa es una de las razones por la que me gusta viajar”.

¿Qué cosas extrañás más cuando te vas de viaje por tanto tiempo?

A mis amigos, a mi novia y a mi familia, aunque fui una vez a ver a mis padres porque tengo un hermano chiquito. Tenía un mes cuando me vine para Argentina y casi no lo conocía. Mis padres tenían pensado jubilarse y salir a conocer el mundo, pero se les escapó el hermanito. Además, se casaba mi tío e iba mucha gente de la familia. Por eso digo que la cultura turca y los valores de la familia son muy parecidos a la Argentina. Los argentinos también tienen mucha “calentura” (sic) y son acogedores, como los turcos. Ustedes toman el mate y en casa mi mamá prepara el té, que se comparte y se sirven muy parecidos.

¿Cómo viviste la lejanía y el cambio de hábitos?

Yo vengo de tener todo servido en mi casa, pero en estos viajes hay que aprender a arreglárselas. Cobro una beca mínima, para alojamiento, comidas y viáticos, es un programa subvencionado por el gobierno alemán. Lo que pasa es que para hacer este trabajo la plata no está en el primer lugar. Cuesta mucho, porque uno está acostumbrado a otra cosa, pero así aprendes y se da un gran trabajo de autorreflexión. Eso hace que tengas que hacer más esfuerzo para establecerte y valorar lo que no ves en tu entorno diario.

¿Qué te gustó del español?

En el colegio aprendí francés y me salió muy rápido. Después me ofrecieron castellano y yo dije ¿por qué no? Las palabras no se pronuncian igual que en francés, pero es latino, se pronuncian letras que en alemán casi no se pronuncian, así que yo ya tenía la lengua adaptada. También tenía la facilidad del alfabeto turco. Hablo turco, alemán, francés, español e inglés. Y por ser musulmán aprendí el Corán, que está en árabe.

¿Cómo se vive en Alemania siendo musulmán?

Hay libertad de religiones y hay muchas mezquitas. Desde que mis abuelos llegaron a Alemania siempre tuvieron un lugar donde pudieron practicar la religión. Nunca tuvieron problema con eso. Los musulmanes rezan cinco veces por día y los viernes es como el domingo de los católicos. Hay mucha gente turca que sigue practicando su religión porque tiene la posibilidad que da el gobierno alemán. Personalmente, yo no soy tan practicante, pero creo mucho en Dios. Cuando leo el Corán siento la energía que transmite, pero no soy una persona estricta con las tradiciones. Creo en lo que yo hago, me hago cargo de mis faltas y no de las faltas de otros o de comunidades. Donde hay mucha gente, siempre hay muchos errores, y yo quiero ser responsable de mis acciones y no de los de una comunidad donde hay muchos pensamientos que se mezclan. Hago mi camino y escribo mi historia.

¿Quién te enseñó esa manera de pensar?

Mis padres me criaron así, ellos son muy abiertos. Conozco familias que no son así y todo es más complicado. Mi mamá usa un pañuelo para taparse el cabello, es una costumbre que llegó hasta mi mamá y mis tías, pero mis hermanas ya no lo usan. Mi papá viaja mucho y es más liberal también. Yo les agradezco mucho eso, porque sino hoy no estaría acá, en Loma Verde, haciendo esta entrevista.

¿Qué te gusta de Loma Verde?

Me recuerda a cuando de chicos íbamos al campo en Turquía, porque la naturaleza es muy parecida, es campo, campo, pasto, pasto y mucho aire. Eso me encanta. Es tan tranquilo que a uno le cuesta salir de la casa. Llegás al colectivo y estás tan cansado que querés volver. Me parece que la gente que vive acá se queda más en casa, recibiendo a la familia, que saliendo por ahí. Los findes (sic) se juntan en casas y hacen asados, me gusta eso de la reunión, encontrarse y contar lo que pasó, y también me gusta cómo hablan de lo que pasó antes, de los recuerdos. Los alemanes no son así. Yo, por ser de dos partes, estoy en el intermedio, mis padres y mi familia son así, pero los chicos de Alemania se van con 18 de la casa, se quieren liberar, independizarse, tienen su trabajo, van a la facultad, y la familia queda de lado.