El reino de la palabra escrita

Jun 1, 2012

Hace dos décadas, que Loma Verde tuviera una biblioteca era sólo un proyecto lleno de buenas intenciones. Llevarlo a cabo parecía fácil, pero había una cantidad de cuestiones a tener en cuenta. Desde el espacio físico, hasta quién se haría cargo de recibir a la gente y llevar un control de su acervo. El primer paso […]

Hace dos décadas, que Loma Verde tuviera una biblioteca era sólo un proyecto lleno de buenas intenciones. Llevarlo a cabo parecía fácil, pero había una cantidad de cuestiones a tener en cuenta. Desde el espacio físico, hasta quién se haría cargo de recibir a la gente y llevar un control de su acervo.

El primer paso fue invitar a los vecinos a donar libros para que pudiera existir en el pueblo un espacio dedicado a la lectura. Se hacía a través de las facturas de la luz que llegaban a cada una de las casas. Eso fue a principio de los ‘90. Cuando Dori Lubschik leyó el anuncio revisó su biblioteca y cargó un canasto con libros. Se acercó hasta la Cooperativa llena de entusiasmo, pero al llegar se encontró con la noticia de que en realidad era un sueño a futuro.

Lubschik le propuso a su amiga Ada Dorling que la acompañara para hacer realidad esa fantasía. Fue así como ambas fueron a hablar con las autoridades de la Cooperativa para ponerse al tanto de los pasos a seguir. Ese mismo día les mostraron el espacio físico del que disponían y el entonces gerente general, Arturo Carboni, ofreció a Lubschik un empleo para llevar adelante la puesta en marcha.

Finalmente, la biblioteca se inauguró el 9 de agosto de 1992 con una mesa, una estantería y 60 libros.

Hoy, la “20 de Junio” cuenta con más de 10.700 ejemplares, entre los que se encuentran novelas clásicas, libros de historia, cuentos infantiles y manuales escolares. Gabriela Pincheira es su encargada desde hace ocho años y cuenta que quienes más la utilizan son los chicos en edad escolar y que la mayor cantidad de libros que se consultan son los manuales de texto.

“También tenemos socios que vienen a retirar novelas. Pagan una cuota simbólica de un peso por libro que retiran. Les tomamos los datos y dependiendo del libro es la cantidad de días que se lo pueden quedar, generalmente es una semana o quince días”, explica.

Ella se encarga de la clasificación y es casi la única persona capaz de encontrar un libro en las estanterías, que hoy son muchas más que una. Tiene todo inventariado en un cuaderno y por el momento no hay un catálogo ni una base de datos. “Los tengo clasificados por materias y cuando los chicos vienen a buscar un libro puntual busco por autor”.

El trabajo que desde la Cooperativa un día le ofrecieron la ayudó para darse cuenta de que eso era lo que realmente le gustaba hacer. “Por esa razón decidí estudiar y recibirme de bibliotecaria. La parte social de trabajar acá es bárbara, porque estoy con los chicos todos los días y es una linda tarea”, asegura Gabriela, quien está preparando un festejo para el domingo 5 de agosto.

Pero la biblioteca es mucho más que un espacio de lectura, ya que allí se dictan una gran variedad de cursos y talleres: guitarra, comics, pintura sobre tela, literatura y el recientemente incorporado de folklore -viernes, de 17 a 19- para todas las edades, además de apoyo escolar.